sábado, 31 de marzo de 2012

120 años de César Vallejo

Lo primero que recuerdo de Vallejo es la situación aquella en que, teniendo veinte años, fue profesor de primero de primaria de Ciro Alegría, quien años después escribiría muy sobrecogido: “De todo su ser fluía una gran tristeza. Nunca he visto un hombre que pareciera más triste. Su dolor era a la vez una secreta y ostensible condición, que terminó por contagiárseme […] Aunque a primera vista pudiera parecer tranquilo, había algo profundamente desgarrado en aquel hombre que yo no entendí sino sentí con toda mi despierta y alerta sensibilidad de niño.”
El 16 de marzo de 1892 nació César Abraham Vallejo Mendoza, nuestro poeta universal. Hay tanto qué hablar de él y sin embargo no hay nada más placentero y ya indispensable que leer sus poemas.
Todos recuerdan esa foto de Vallejo apoyando el mentón en su puño, hermético, y con el ceño fruncido, grabándosenos, así, la imagen del poeta desdichado, pletórico de sufrimiento. Nos han enseñado en el colegio (y aún lo siguen haciendo) que nuestro poeta vivió años terribles en Europa, que hasta estuvo de mendigo pidiendo comida en las calles, que sufría, que se moría.
Existe, pues, la vallejística y varios estudiosos de Vallejo, no sólo en Perú sino a nivel mundial. Para entender (o sentir) una nueva perspectiva del vate peruano es menester leer dos libros fundamentales: “César Vallejo en el siglo XXI” de Reynaldo Naranjo  y “El placer de leer a Vallejo en zapatillas” de Jorge Díaz Herrera y, por qué no, las certeras investigaciones y compilaciones del experto en vallejística Ricardo Gonzales Vigil.
Naranjo empieza a investigar a partir de una conversación que tuvo con Julio Ramón Ribeyro en París, donde éste le decía que tenían la reconstrucción de los itinerarios de Vallejo desde 1892, en que nace, hasta 1923, en que parte del Perú a Francia, pero que faltaban los 15 años, su itinerario en Europa, del que se sabe muy poco.
André Coyné escribió sobre una fortísima crisis emocional de Vallejo. Pero la esposa del poeta, Georgette Vallejo, desmiente esto en su libro “Allá ellos, allá ellos, allá ellos!”, diciendo: “Difícil para quien ha conocido al viril Vallejo imaginárselo en estado de crisis”.
Un revolucionario del lenguaje, eso fue Vallejo. El crítico Thomas Merton llegó a considerarlo “el más grande poeta universal después de Dante” y hoy todo el mundo admira y reconoce sus aportes. Es junto a Blanca Varela lo más bonito que le ha podido pasar a la Literatura peruana. Sin duda.
Los estudios mencionados muestran a un Vallejo que era ayudado por la Embajada del Perú en París, que “junto a sus amigos se mostraba alegre, tomaba vino, inventaba chistes y bailaba huainos, era, por así decirlo, el alma de las reuniones”. Ello parece comprobar la bifurcación entre el autor, por un lado, y la obra, por otro. Es decir, la vida individual y social del artista y su obra. En la edición del domingo 11 de marzo el suplemento cultural El Dominical del diario el Comercio se publica, en un homenaje obligatorio, un artículo suyo de 1929, colaboración desde Europa, donde habla de la intrínseca y extrínseca relación de la obra y la vida del artista.
Aún se me hace difícil idear a un Vallejo bailando huainos e inventando chistes, siempre alegre. Es fenomenal recordarlo así.
Celebremos los 120 años de Vallejo leyendo sus poemas y recordando hombres humanos que, hay, hermanos, muchísimo qué hacer.
***Columna publicada todos los jueves y comentada por su autor en el Programa Contracultural “Juventud y Vanguardia” (Radio Aurora 96.7) emitida los sábados y domingos de 10-12 am.


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