lunes, 4 de junio de 2012

Un joven: Javier Heraud

El crítico de literatura Ricardo Gonzales Vigil dijo que Heraud “era uno de esos poetas raros que tempranamente logró un dominio de los recursos rítmicos y de las imágenes poéticas similar a César Calvo, pero Heraud, sin duda,  era más asombroso”. A su vez: el Presidente de la Academia Peruana de la Lengua, Marco Martos, asevera que Heraud “era ya un poeta maduro desde sus primeros versos igual a Mariano Melgar, quien murió a sus veinticuatro años”. Y Juan Gonzalo Rose, “el poeta de la nostalgia”, dice que “Javier Heraud brilló por su palabra excepcionalmente bella y honda”.
Otro de los puntos importantes en Heraud es la simplicidad de su escritura, esa “deliberada” simplicidad verbal y metafórica de su poesía que con suma facilidad puede conllevar a un error de consideración y sugerir un facilismo en la poesía de un Javier Heraud que ya había alcanzado un manejo muy notable de las reiteraciones y de las anáforas, y que con eficacia construyó una poesía dinámica, y más todavía, contemplativa.
El tema de la muerte es, en Javier Heraud, su leit-motiv. Aunque otros temas también resalten: “la comunión y sintonía con lo natural y lo humano”, “la evolución nostálgica de la infancia” y “el oficio de escribir”.
Bien, durante su etapa universitaria Heraud fue muy proactivo. En cuanto ingresó a la Universidad Católica a los dieciséis años (en primer lugar, por supuesto) obtuvo un trabajo como profesor de Castellano y de Inglés en un colegio y formó parte de círculos de literatura, en ese entonces conoció a Antonio Cisneros (quizá nuestro actual máximo poeta de la Literatura Peruana), con quien entabló una grata amistad.
Heraud ejerció la literatura como un compromiso con su pueblo y sus reivindicaciones, en ese sentido fue un vanguardista que llegó a ofrendar su vida (ya sabemos todos lo que le ocurrió, aquí, en nuestro Madre de Dios, acribillado, asesinado sin más) por una convicción y una causa justas.
Ya lo dijimos, requerimos de una sociedad distinta, con cultura, con lectura, con crítica, con una juventud verdadera.
Salvador Allende decía: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”. Es que el requisito indispensable para llamarse “joven” es el de ser “revolucionario”.
En síntesis, Javier Heraud era un prototipo para los jóvenes, un verdadero joven. Un soñador que entendió el problema de la realidad mejor que cualquiera. Como lo escribió Javier:
“Un poco de sueño              
Es siempre necesario
Aunque sea corto
Como el silencio
 De las enredaderas”.
***Columna publicada todos los jueves y comentada por su autor en el Programa Contracultural “Juventud y Vanguardia” (Radio Aurora 96.7) emitida los sábados y domingos de 10-12 am. Ver programa La luz de las ideas (sábados 9 am). Blog: cuadraturasdelcirculo.blogspot.com

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